Krishnamurti decía que entre creer en Dios o emborracharse no hay ninguna diferencia. En ambos casos se evade la realidad. El borrachín bebe para olvidar las penas, y el creyente le pide a Dios que le aparte el amargo caliz de las consecuencias de sus propios actos.
Lo peor de las evasiones de la realidad es que, cuando los problemas se posponen,...
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